Queremos con ello significar que la ética discursiva se desdibuja en sus principios y fundamentos, beneficiando el surgimiento de situaciones críticas caracterizadas por un deterioro moral en los actores sociales. Es así como la práctica discursiva como elemento de legitimación de los procesos sociales de una institución o de un país, nace a la luz de las formas políticas de una nación; ya que desde dicha práctica se impregna de significados lo que se expresa para lo que se quiere sea asumido por una comunidad de intereses, de modo que sea repetido u obedecido. No obstante estas prácticas, el ser humano necesita le sea justificada la razón de una determinada práctica, norma o concepto.
De acuerdo con los razonamientos que se han venido realizando,
En efecto, la legitimación sobre la efectiva transformación o mejoramiento de fondo de la institución evaluada, recae finalmente, en los ciudadanos a quienes va dirigida dicha transformación o mejora, no en quién establece tal política. Se podrían aceptar o no de acuerdo a categorías valorativas individuales y de las pautas que sean consideradas desde las relaciones sociales que les caractericen. Ahora bien, al articular el discurso sobre la evaluación institucional con la forma política de poder existente en el actual contexto venezolano, se advierte un rasgo persuasivo con un interés unilateral, ligado en el caso que nos ocupa, a una razón político – ideológica, traduciéndose la práctica de la doble moral en una representación perversa recurrente, el discurso oculto del currículo.“… con fines exclusivos de legitimación del Estado” (Garrido, 1992. Pág.63), como vía para controlar el funcionamiento de las instituciones, a través de una dolorosa manipulación, de las necesidades soberanas de los pueblos. Para Savater (1992) los ciudadanos con su voluntad dan legitimidad al Estado. Este es un comportamiento ético en tanto se respeta y valora las opiniones de ambos actores -Estado/Individuo- y las consecuentes acciones, en beneficio colectivo de los ciudadanos.
Significa entonces que las acciones coordinadas entre individuo y Estado se encuentran sumergidas en una realidad aparente. La denominada “descentralización” en la práctica no resulta ser de ese modo, pues se observan grandes rasgos de incoherencia entre la retórica discursiva de las figuras de poder y la aplicación de las prácticas reformistas. Para Ruiz, (2008) existe una brecha entre la dinámica del poder y las intenciones de dominación de los individuos; esto es un signo aún de nuestros tiempos puesto que con dicho afán de dominación, encubierto en el discurso que como tal solo ha favorecido aún más la exclusión sobre la inclusión, ha derivado en la deslegitimación del Estado por parte del colectivo social.
La crisis de la legitimidad de un Estado, según Garrido, J. (1996), está asociada a la razón ética con la cual los ciudadanos perciben la realidad como un reflejo justo y moral de las decisiones de poder por parte del gobierno, suponiendo una coherencia y transparencia en la intención y el fondo del mensaje, como de las promesas o expectativas populistas generadas. El discurso actual sobre legitimación de las políticas educativas venezolanas no solo ha mantenido la misma representación ya descrita por Garrido (ob.cit.) sino que se ha profundizado. El discurso se percibe como una forma engañosa de introducir políticas centralistas del manejo del poder en todos sus ámbitos, pasando a ser un relación unilateral en donde el Estado es el que legitima al individuo dependiendo de la postura que este actor social adopte para con quien mantiene el poder y el control.
Comparativamente con
Dentro de este orden de ideas, la retórica discursiva que subyace tras las crisis, es la de un gran vacío ético, es una enorme sed de ética; la tan aludida sed de ética a la que hace referencia Kliksberg (2004). Las prácticas perversas del manejo del poder político, económico y social, las prácticas corruptas disfrazadas tras una retórica que engaña o pretende engañar. El otorgamiento de aparentes beneficios o bondades sociales. El discurso político que subyace detrás de la denominada reforma universitaria es la vía para penetrar en los novedosos procesos de transformación de la universidad por si misma. La universidad se reinventa cada día desde su autonomía, su pluralidad y su condición de ser “para y por la formación de ciudadanos libres”. El Estado por su parte, con sus mecanismos coercitivos por un control centralista de los procesos, genera un discurso que enmascara estos fines, el cual va incorporando una dependencia política y económica en el sector educativo. Es esta misma dependencia opresora, la que habla por si misma por medio de un discurso que encarna la crisis presente en el actual contexto país; crisis que encierra en ella la ya referida sed de ética y la necesidad más sentida de los individuos en recobrar el dibujo de fondo de los valores morales, en la ética genuina que legitima los derechos humanos.
Referencias Bibliográficas
Textos
Garrido, P., J. (1996). Descentralización Educativa, un estudio comparado. Ediciones de
Kliksberg, B. (2004). Más ética más desarrollo. Temas Grupo Editorial SRL. Buenos Aires, Argentina.
Morín, E. (2006). El Método 6. Ética. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.)
Madrid, España.
Ruiz S., A. (2008). El diálogo que somos. Ética discursiva y educación. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá, D.C. Colombia.
Savater, F. (1992). Política para Amador. Editorial Ariel, S.A. Córcega-Barcelona, España.
Electrónicas
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