El análisis crítico de lo subyacente en los discursos políticos en general, refleja un debilitamiento de los principios éticos, una fragmentación y reducción de las capacidades inherentes al ser humano en tanto es Individuo-Especie-Sociedad. Se advierte entonces un desmembramiento de la relación en dicha tríada como sistema, posibilitando el nacimiento de un nuevo escenario para que se instaure el discurso sobre valores “morales” que no tienen un fundamento ético. Este vacío o sed de ética es la fuente que está alimentando la crisis global en la que están sumidas las sociedades actuales, la crisis que llama a la reforma del fondo de la política discursiva en las instancias de poder. El extravío ético o ilusión ética referida por Morín (2006), es esa ética que parece haberse perdido como el norte de la actuación ciudadana para trabajar en el lado opuesto a ella. “… Así la ética de la fraternidad tiene sus principios bien seguros, pero puede extraviarse y trabajar en su contrario; como ya he dicho, numerosos comunistas fervientes creyeron actuar para la emancipación del género humano trabajando de hecho para su sojuzgamiento”. (Pág. 59)


Queremos con ello significar que la ética discursiva se desdibuja en sus principios y fundamentos, beneficiando el surgimiento de situaciones críticas caracterizadas por un deterioro moral en los actores sociales. Es así como la práctica discursiva como elemento de legitimación de los procesos sociales de una institución o de un país, nace a la luz de las formas políticas de una nación; ya que desde dicha práctica se impregna de significados lo que se expresa para lo que se quiere sea asumido por una comunidad de intereses, de modo que sea repetido u obedecido. No obstante estas prácticas, el ser humano necesita le sea justificada la razón de una determinada práctica, norma o concepto.


De acuerdo con los razonamientos que se han venido realizando, la Evaluación Institucional de las Universidades Venezolanas, es un ejemplo de discurso político que pone al relieve lo que Foucault (1977) citado por Rodríguez M.*, denomina la nueva tecnología del poder; ya que a través de la práctica discursiva sobre dicho tema, se introducen elementos de control los cuales refieren un nuevo código que plasma una verdad en apariencia. La auto evaluación institucional es una retórica que devela una práctica de poder que coloca generalmente en oposición, al Estado y a la Universidad, ya que cada uno de esos factores procura su propio poder interno, con la intención de mostrar, bajo la aplicación de ciertos indicadores (referentes de comparación) sobre los cuales basar el diagnóstico, una realidad que “legitime” ante los actores sociales y políticos de su contexto, sus modos de gestión.


En efecto, la legitimación sobre la efectiva transformación o mejoramiento de fondo de la institución evaluada, recae finalmente, en los ciudadanos a quienes va dirigida dicha transformación o mejora, no en quién establece tal política. Se podrían aceptar o no de acuerdo a categorías valorativas individuales y de las pautas que sean consideradas desde las relaciones sociales que les caractericen. Ahora bien, al articular el discurso sobre la evaluación institucional con la forma política de poder existente en el actual contexto venezolano, se advierte un rasgo persuasivo con un interés unilateral, ligado en el caso que nos ocupa, a una razón político – ideológica, traduciéndose la práctica de la doble moral en una representación perversa recurrente, el discurso oculto del currículo.“… con fines exclusivos de legitimación del Estado” (Garrido, 1992. Pág.63), como vía para controlar el funcionamiento de las instituciones, a través de una dolorosa manipulación, de las necesidades soberanas de los pueblos. Para Savater (1992) los ciudadanos con su voluntad dan legitimidad al Estado. Este es un comportamiento ético en tanto se respeta y valora las opiniones de ambos actores -Estado/Individuo- y las consecuentes acciones, en beneficio colectivo de los ciudadanos.


Significa entonces que las acciones coordinadas entre individuo y Estado se encuentran sumergidas en una realidad aparente. La denominada “descentralización” en la práctica no resulta ser de ese modo, pues se observan grandes rasgos de incoherencia entre la retórica discursiva de las figuras de poder y la aplicación de las prácticas reformistas. Para Ruiz, (2008) existe una brecha entre la dinámica del poder y las intenciones de dominación de los individuos; esto es un signo aún de nuestros tiempos puesto que con dicho afán de dominación, encubierto en el discurso que como tal solo ha favorecido aún más la exclusión sobre la inclusión, ha derivado en la deslegitimación del Estado por parte del colectivo social.


La crisis de la legitimidad de un Estado, según Garrido, J. (1996), está asociada a la razón ética con la cual los ciudadanos perciben la realidad como un reflejo justo y moral de las decisiones de poder por parte del gobierno, suponiendo una coherencia y transparencia en la intención y el fondo del mensaje, como de las promesas o expectativas populistas generadas. El discurso actual sobre legitimación de las políticas educativas venezolanas no solo ha mantenido la misma representación ya descrita por Garrido (ob.cit.) sino que se ha profundizado. El discurso se percibe como una forma engañosa de introducir políticas centralistas del manejo del poder en todos sus ámbitos, pasando a ser un relación unilateral en donde el Estado es el que legitima al individuo dependiendo de la postura que este actor social adopte para con quien mantiene el poder y el control.


Comparativamente con la Evaluación Institucional, la Descentralización Educativa, es otro ejemplo de retórica discursiva que busca la legitimación del poder. El análisis conduce a diversos escenarios interpretativos de acuerdo a la perspectiva con la que sea abordado. El que acá se intenta es el abordaje ético. Por tal circunstancia y en concordancia a lo que relaciona la descentralización con la legitimación, surge el valor de la lealtad como representación ética de los hombres para con sus semejantes y sus instituciones. El sentido de las interrelaciones humanas para con su medio, lo marca su responsabilidad ética. Ella –la responsabilidad ética-, se traduce en acciones que permiten construir nuevos escenarios con un orden social asumido y compartido. Como consecuencia, Individuo y Estado se legitiman recíprocamente.


Dentro de este orden de ideas, la retórica discursiva que subyace tras las crisis, es la de un gran vacío ético, es una enorme sed de ética; la tan aludida sed de ética a la que hace referencia Kliksberg (2004). Las prácticas perversas del manejo del poder político, económico y social, las prácticas corruptas disfrazadas tras una retórica que engaña o pretende engañar. El otorgamiento de aparentes beneficios o bondades sociales. El discurso político que subyace detrás de la denominada reforma universitaria es la vía para penetrar en los novedosos procesos de transformación de la universidad por si misma. La universidad se reinventa cada día desde su autonomía, su pluralidad y su condición de ser “para y por la formación de ciudadanos libres”. El Estado por su parte, con sus mecanismos coercitivos por un control centralista de los procesos, genera un discurso que enmascara estos fines, el cual va incorporando una dependencia política y económica en el sector educativo. Es esta misma dependencia opresora, la que habla por si misma por medio de un discurso que encarna la crisis presente en el actual contexto país; crisis que encierra en ella la ya referida sed de ética y la necesidad más sentida de los individuos en recobrar el dibujo de fondo de los valores morales, en la ética genuina que legitima los derechos humanos.




Referencias Bibliográficas

Textos

Garrido, P., J. (1996). Descentralización Educativa, un estudio comparado. Ediciones de la Universidad Ezequiel Zamora. Barinas, Venezuela.

Kliksberg, B. (2004). Más ética más desarrollo. Temas Grupo Editorial SRL. Buenos Aires, Argentina.

Morín, E. (2006). El Método 6. Ética. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.)

Madrid, España.

Ruiz S., A. (2008). El diálogo que somos. Ética discursiva y educación. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá, D.C. Colombia.

Savater, F. (1992). Política para Amador. Editorial Ariel, S.A. Córcega-Barcelona, España.

Electrónicas

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