Comprender a la RSE desde el mundo de las ideas y el pensamiento precede necesariamente, a la aplicación efectiva de dicha práctica humana. Estimarla, dimensionarla, contextualizarla, respetarla y desplegarla, es lo que realmente cuenta en el marco de una realidad apremiante. En este sentido, circunscribir la RSE a una definición que la distinga, constriñe su sentido y alcance, pues como práctica humana, puede acoplarse a distintas miradas, diferentes perspectivas para comprenderla y ejercerla; no obstante, los puntos de vista convergen en un lugar común: el interés, el cuidado y el respeto por las personas, el entorno social y el ambiente, todas éstas dimensiones soportadas en comportamientos éticos, traducidos en valores.

Ahora bien, los desafíos y oportunidades que caracterizan a las sociedades y organizaciones empresariales del siglo 21, legitiman la necesidad de revisar las expectativas y exigencias materiales y espirituales de los sujetos sociales dentro de ellas. Las actuaciones aisladas y espasmódicas ya no encaminan la acción directiva de los empresarios, quienes apuestan por nuevas formas de desarrollo e integración asociadas a la RS. La complementariedad entre acciones justas y éticas con la eficiencia de la productividad, surge como un renovado modo de mirar la realidad desde una dimensión humana y social; sin embargo, el turbulento orden social mundial, focalizando esta reflexión en Latinoamérica, coloca a los individuos como personas y como empresarios, en situaciones límite que interfieren en el desarrollo armónico de las actividades empresariales en relación con el contexto, dejando a un lado, en ocasiones, el desempeño organizacional como ciudadano responsable.

Una perspectiva estratégica integradora caracteriza los modelos de ciudadanía, la cual orienta su actuación desde un enfoque de “valor” que vincula su quehacer con la sociedad y con las políticas de estado, al asociar las iniciativas sociales a los criterios de gestión e inversión corporativos. Dicha capacidad de gestión, permite apalancar oportunidades para la innovación e inversiones sostenibles en el tiempo, aún en los ambientes turbulentos descritos anteriormente, asegurando para los stakeholders, el logro efectivo de los objetivos de la organización vinculados a la realidad social que les circunda.

La procura de una mejor convivencia entre empresa y sociedad, requiere clarificar el rol genuino del Estado por una parte, y la actuación como ciudadano moral de la organización empresarial por otra. Conocer y atender el entorno social y el ambiente es tarea de ambos; sin embargo, las políticas de desarrollo y progreso de algunos países han venido desviando su cauce, y los empresarios sensibles y atentos a las necesidades locales, promueven los mecanismos en bienes o servicios que las personas requieren ante la ausencia de respuesta efectiva del sector gubernamental.

Ante esa realidad, el dilema de ser ciudadano corporativo ejemplar, creando valor económico y social tanto para la empresa como para el contexto social, surge como necesidad de traducir las intenciones en hechos contundentes, pues la heredad de las costumbres y la cotidianidad del entorno país, tejen trampas que se convierten en lo denominado por Kliksberg 1 como variables intrusas, las cuales influyen en el contexto siendo necesario desarrollar tanto la capacidad de adaptación al cambio como la de innovar. Estas variables, desenfocan la intención y voluntad de la empresa como actor moral responsable, para convertirlo en benefactor y ejecutor de actividades que no le son propias, mermando inclusive su capacidad de productividad y el acceso a bienes y servicios.

Al comprender que las organizaciones empresariales prosperan gracias a la sociedad, con ella, por ella y para ella, se devela para éstas, el papel fundamental de ciudadano moral responsable, quien responde a su entorno interno (el talento humano de la empresa) y rinde cuentas al contexto externo (la sociedad). En la brecha entre lo interno y externo, emerge la oportunidad de propiciar nuevas vías de gestión empresarial ciudadana desde la denominada “Triada de Valor”, inspirada en los planteamientos esgrimidos por Guédez 2. El valor que se produce, el que se añade y el que se enrraiza. Visto así, las organizaciones empresariales que asumen acciones de RS desde la tríada de valor, aún en una dinámica de país adversa, fortalecen la transparencia de su gestión lo que redunda en su reputación y posicionamiento; favorecen una relación ética dialógica y una integración responsable de todos los actores sociales como agentes morales, encargados de movilizar los cambios necesarios en el acontecer social y empresarial, con sana repercusión en el ambiente.

Tenemos entonces que la RSE va más allá del cumplimiento de una norma o una política de estado. Se encamina hacia una comprensión, toma de conciencia y acción en consecuencia. Toda esta dinámica enmarcada en valores y principios éticos y morales compartidos. La responsabilidad sobre la estabilidad, sostenibilidad y rentabilidad de una organización empresarial radica en la práctica constante de acciones humanas equilibradas, razonadas, consensuadas y prudentes, que garanticen una armonización entre la declaración de la misión y visión organizacional (declaración corporativa) y el acoplamiento con los más altos y dignos intereses de los humanos quienes hacen posible que esa empresa exista.

A manera de colofón, la tríada se integra desde cada arista de valor para moldear la gestión de RS, propiciando la apertura e incremento de la rentabilidad financiera (producir o incrementar valor), el mejoramiento de los procesos en la empresa (añadir valor) y afianzando los principios, creencias y comportamientos éticos del capital humano que las integra (agregar valor). La convivencia de la tríada, asegura la sostenibilidad y competitividad de la empresa desde dentro de si hacia su gente; del mismo modo hacia el entorno social para armonizarse con la sustentabilidad del ambiente. La tríada posee un engranaje que relaciona una arista con la otra, ese engranaje es la Responsabilidad Social Empresarial como ciudadano ético y moral.



Referencias:

1. Klikgsber Bernardo, (2004): Más ética más desarrollo. Temas Grupo Editorial SRL. Buenos Aires, Argentina.

2. Guédez Victor, (2008): Ser Confiable. Responsabilidad social y reputación empresarial. Editorial Planeta, Venezuela.

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Gerencia y Cambio Organizacional: RSE: Diferentes enfoques, un mismo objetivo

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Introducción



Estos breves planteamientos tienen por objeto argumentar sobre una realidad a través del prisma del interpretativismo soportado en el modelo humanista, y desde esta postura propiciar la comprensión del ser humano y sus relaciones con los demás y el contexto, siendo este relacionar el nutriente fundamental vinculado al desarrollo social y organizacional de los países del mundo.

En este escenario, encontraremos a los ciudadanos como actores-constructores de una dinámica social en la que se engranan y logran determinar el devenir empresarial; sin embargo esto es un ciclo que se nutre mutuamente pues la realidad social y empresarial también les determina como sujetos sociales.

Dado este vínculo recursivo y dinámico, se advierte un nexo indisoluble, que ejerce presión sobre los pueblos, sus ciudadanos, empresarios y gobiernos, para entre todos ocuparse por el cuidado, mantenimiento y progreso de dichas relaciones , lo cual les va a distinguir como países y les permite responder eficazmente a los fenómenos de la globalización, la apertura económica, la competitividad, el avance y conectividad de las redes tecnológicas y sociales entre otros. Emerge el valor de la Responsabilidad, no por inexistencia previa, todo lo contrario; sino porque quizás quedó olvidado, relegado o desvirtuado en su esencia, y fue reducido a la consideración de un valor asociado a la rentabilidad financiera por encima del cuidado y respeto por los DDHH de todos los grupos de interés o stakeholders, donde también se incluye el contexto social y el medio ambiente; o asumido ligeramente sin considerar las consecuencias de las acciones sobre los demás ciudadanos y sectores.

Ahora bien, las organizaciones empresariales se legitiman de acuerdo a un sistema de valores dentro de una sociedad; de igual modo, las sociedades se fortalecen como prolongación de las empresas dada su relevancia en el progreso de las comunidades y naciones. Se tiene entonces que la relación recursiva es permanente y por ese fin los ciudadanos promovemos nuestras mejores acciones.

Rasgos culturales de integración


Existen una serie de rasgos que caracterizan la cultura de las sociedades y las organizaciones empresariales contemporáneas en su dinámica relacional, estos rasgos apuntan al fortalecimiento de actitudes en los ciudadanos por una parte, y a la conformación de nuevas conductas por otra, debilitando el criterio de los sistemas independientes o fragmentados para potenciar la integración e interdependencia, aunque mantengan las características que le son propias a cada uno. Por ello, la gerencia y la sociedad contemporáneas de avanzada se distinguen por promover y practicar valores como la esperanza, el optimismo, la creatividad e innovación, el coraje para asumir retos y superar adversidades, el desarrollo, promoción y divulgación del conocimiento, el trabajo en equipo, la información oportuna, la comunicación adecuada y el acompañamiento personal, la cercanía a la gente, por nombrar los más elocuentes. Estos valores conforman la forma en cómo los sujetos sociales conciben la estructura de la organización, la forma de ejecutar los procesos, de actuar y relacionarse con los grupos de interés.


Los valores integran a los individuos con ellos mismos, la sociedad y la empresa cuando les proporcionan un direccionamiento concertado desde la diversidad, lo que les permite establecer normas, manuales y políticas de actuación social y organizacional para un desarrollo armonioso y constante y visionario. Se favorece la convivencia de los ciudadanos por medio de la motivación interior de éstos, la comprensión de sus necesidades para un rehacer del ser humano por medio de una actuación coherente con los fundamentos éticos que se promulgan. En la coherencia de la actuación, los valores pueden ser promovidos otorgando motivación interior a los individuos y alineándolos con los organizacionales se otorga sentido de identidad personal e institucional.

La realidad social, empresarial e ideológica avasallante

El escenario descrito luce alentador y esperanzador, pero, ...se acerca a la realidad de nuestro acontecer social y empresarial actual? Seguramente encontraremos algún NO rotundo como respuesta argumentada, lo cual tiene sentido. La retórica discursiva de esperanza y promesa requiere ser llevada a la práctica en acciones creibles y contundentes. No se debe obviar que las ideologías influyen y determinan ciertas respuestas en el contexto. Volvemos al punto de la relación recursiva y dinámica pues las organizaciones actúan de algún modo inspiradas y motivadas por las necesidades de la sociedad y guiadas además por su ideología y sistema de valores. No obstante; las organizaciones también son intervinientes en el proceso social y son generadoras de cambios o modificaciones que a su vez impactan en la sociedad. Siendo así, se encuentra el valor de la participación desde el accionar comunicativo, lo que favorece la dinámica intersubjetiva para la comprensión mutua de las situaciones que acontecen en las dimensiones social y organizacional, fomentando el dilema como vía para hurgar en las necesidades humanas y desarrollar una interacción enfocada, no distorsionada, en donde se robustezca la acción comunicativa recíproca que permita minimizar las relaciones de dependencia sumisa o cómoda, las cuales podrían negar la existencia del otro. El contexto actual requiere apoyarse en la interdependencia relacional para el logro de los objetivos éticos que se propongan.

Es así como se comprende el camino que vincula a la organización empresarial y la sociedad, determinándose los valores e ideologías que les son conducentes. Ambos contextos se influyen y promueven conductas y procesos apropiados para su desarrollo. Se conforma entonces la cultura que identifica las dimensiones social y empresarial señalando una ruta de comportamiento a seguir por los individuos que conforman dichas dimensiones, implica la forma en cómo se comunican y actúan.
Sobre dicha cultura surge la necesidad de la integración ciudadana para vigorizar el valor de la Responsabilidad que emerge como práctica social contemporánea y se expresa a través de:

o El compromiso y voluntad por parte de todos los actores sociales y organizacionales, en acometer prácticas éticas tanto en los procesos organizacionales como con la comunidad. (Alianzas ganar ganar y compromiso desde la alta gerencia).
o El respeto y cuidado por los DDHH individuales y colectivos. (estímulo personal y familiar, capacitación, adiestramiento y desarrollo).
o La generación de beneficios para todos los grupos de interés, la sociedad y el ambiente (desarrollo y aplicación de políticas de sustentabilidad, aplicación de la guía RSE, la SGE-E21 y la ISO-26000).
o El involucramiento con el progreso y desarrollo de la organización y la sociedad.
o La construcción de ambientes comunicativos y colaborativos desde las redes sociales, para propiciar la participación de los sujetos sociales y organizacionales en la dinámica que les involucra e integra, así como favorecer el flujo informativo sobre la RS, a nivel local, nacional y mundial. Esto fomenta el desarrollo de aprendizajes, ampliación de conocimientos e involucramiento en los estándares que se manejan en las diferentes instancias.

La Responsabilidad Social (RS) como eje transversal de la gestión empresarial

El panorama social y organizacional actual requiere un repensar y ajustes asociados a prácticas éticas; sin embargo, del mundo de las ideas al hecho práctico hay un duro trayecto que recorrer, realidades que afrontar, decisiones que tomar, y orientaciones que dejar fluir para un accionar acorde a los tiempos, al contexto socio- económico y político que caracteriza a los países. Las sociedades y las empresas se expresan no solo a través de su discurso sino de su actuación, la necesidad de retomar el rumbo perdido o desvirtuado e inducir comportamientos éticos que beneficien a las comunidades o grupos de interés, y que a su vez nos integre a las tendencias globales para el acoplamiento y aportes correspondientes. La dinámica cotidiana requiere de una relación individuo-sociedad-organizaciones coherente, es un ciclo recursivo dinámico que apunta hacia un enriquecimiento equitativo de los beneficios que derivan de la actividad que ejerza cada integrante de dicha relación.

El valor de la Responsabilidad implica comprender la esencia humana que le subyace, por tanto, la autoevaluación personal y empresarial se debe enfocar en criterios de justicia, solidaridad, compromiso y rendición de cuentas, para derivar en respuestas éticas compatibles con la Responsabilidad, así poder atender al contexto interno y externo y observar desde la libertad y el respeto al ser humano, para revertir tanto en la sociedad, como en la organización empresarial y los grupos de interés, acciones a favor de los individuos, de contexto social y el ambiente.

Afortunadamente la percepción actual de las naciones con relación a la RSE toma un nuevo giro, lo que era concebido como una labor altruista o de beneficencia crece en su esencia y el abanico se abre hacia prácticas éticas más allá de lo que podría ser interpretado como acciones caritativas, limitadas a grupos minoritarios del contexto externo o cumplir con algún rigor legal no ligado a la voluntad y el compromiso. La integración de los ciudadanos, organismos gubernamentales, ONG´s, organizaciones empresariales de gestión privada; en suma, todos estos actores sociales se están integrando con el propósito de aportar desde sus espacios y capacidades, una gestión que genere el mayor beneficio humano, social y empresarial posible, lo que comienza a repercutir de modo favorable en los contextos organizacionales y sociales de nuestros países.

Los líderes políticos mundiales conciben ahora en sus agendas de gobierno, la inserción de la Responsabilidad Social como parte de sus políticas de Estado, no solo con la intención legislativa que les es propia, sino en acoplamiento a los 8 objetivos pautados para este milenio, en un gran “acuerdo mundial” motorizado por la ONU; originando una nueva mirada que les hace ocuparse por las verdaderas necesidades y padecimientos de sus ciudadanos, por consiguientes de sus países; también de la sustentabilidad del medio con el cuidado y atención por los procesos que pudiesen afectar la garantía de un ambiente limpio y sano donde habitar y progresar.

A manera de colofón, las ideas y reflexiones precedentes tienen su foco en el valor de la responsabilidad sustentada en los fundamentos de la integración humana, social y organizacional, y de la justicia, el respeto, cuidado y salvaguarda por los DDHH de todos los ciudadanos en cada contexto en que despleguemos nuestras mejores acciones. El sentido de identidad individual y compartido, se hace compatible con acciones éticas que conducen a escenarios que propician la práctica del valor y fundamentos precedentes. Es un acto reflexivo, de comprensión, volitivo y de compromiso que entrelaza e integra a los actores o sujetos sociales y empresariales hacia ideales comunes.; siendo así, es posible influir en las comunidades sociales y empresariales sobre la importancia de acciones éticamente responsables, al considerar la práctica de la RS como un eje transversal que irriga y dinamiza la gestión empresarial en todos sus ámbitos.


Las consideraciones desarrolladas, toman inspiración en los planteamientos esgrimidos por autores como Jürgen Habermas, María Paz Sandín, Víctor Guédez, Bernardo Kliksberg, Eduardo Soto, José Antonio Cárdenas y Fernando Legrand (Coordinador Académico de de la red CapacitaRSE y autor del blog RSE Online)

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Para comprender el desafío que representan las decisiones dentro de las organizaciones del siglo XXI, es preciso iniciar con algunas reflexiones que vinculan al hombre con su quehacer y la sociedad.

Una era caracterizada por la dialéctica y la globalización abre caminos hacia nuevos paradigmas, modelos gerenciales y estilos de pensamiento por medio de una nueva lógica empresarial, la cual se soporta en un prisma social que distingue a las organizaciones de los nuevos tiempos.

Estilos gerenciales y tipos de cultura organizacional se expresan a través de elementos como el poder, roles, tareas y personas; no obstante, un nuevo rumbo centra su atención en el capital humano que integra la organización, al reconocer que desde sus acciones y decisiones, se genera valor y soluciones para la organización y el entorno externo.

Desde esta perspectiva, el interés fundamental de las organizaciones como instituciones que funcionan por la común unión de personas, es lograr metas y objetivos que le caracterizan como empresa, generar beneficios compartidos para la organización, contribuir al desarrollo, y fomentar la calidad de vida del talento humano de la empresa, de la comunidad y el país.

De este modo emerge la dimensión sociopolítica de la toma de decisiones en las organizaciones, la cual pasa por el tamiz de la voluntad individual y compartida, de leyes, normas y estructuras a veces lejanas y muy distintas. En dicha dimensión subyace el sentido de unidad.

Sin embargo este hecho representa una contradicción con relación a lo distante e inflexible que se presentan en ocasiones, estructuras, relaciones y comunicación en una organización, el estatus jerárquico y de poder.
En este sentido se comprende que las decisiones en las organizaciones representan acoplamiento a un código corporativo que muestra relaciones de jerarquía y poder, manejo de información y hasta formas de ser reconocido.

La voluntad asociada a la obediencia se sumerge en el mar de la contradicción humana; aflora el conflicto como vía para clarificar, desde la razón, el dilema de cómo se reconoce y se asume la autoridad propia y ajena, para qué, por qué y al servicio de quién.

En consecuencia, es en el conflicto donde se ubica el aspecto político de la organización, en el manejo del conflicto de intereses y decisiones en torno al acatamiento de lineamientos; así como la asunción de razones para ser ingeniosos y procurar novedosas formas de hacer las cosas con una conciencia social que permita medir consecuencias y beneficios colectivos.

Sin duda, las organizaciones con alto manejo sociopolítico en la toma de decisiones propician que el talento humano que en ella actúa, lo haga desde la diversidad de sus perspectivas e iniciativas responsables. Es una razón para la unión, cooperación desde lo heterogéneo y para la transformación, pues más que preocuparse se ocupan por compartir y respetar en lo que se discrepa.

La política organizacional habla de la vida dentro de la empresa, la forma de hacer las cosas, de canalizar y mediar situaciones. La forma de dirigir y comunicarse los miembros de una organización, así como la distribución de jerarquías, se justifican desde la educación y la fuerza del conocimiento como argumentos ganados a través de la experiencia y el estudio, y no como un instrumento de sumisión, obediencia y represión.

En suma, hay información que relaciona y hasta distancia a las personas dentro de la organización; por tanto hay decisiones que tomar, así como órdenes, sugerencias, deberes y compromisos que asumir. Entre las decisiones y compromisos está el resolver cómo cada cual se sirve de la sociedad y en particular de la empresa, y cómo se retorna al contexto el beneficio de lo que se recibe. Es la actitud de servicio que va más allá del poder y las jerarquías. Es por ello que desde la dimensión sociopolítica, la jerarquía se comprende no como autoridad sino como responsabilidad compartida de procesos, estrategias y objetivos al revalorizar y fortalecer el compromiso que se orientan a la visión de empresa, más que al líder.

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Las organizaciones empresariales del presente siglo, confrontan dilemas éticos en su actuación o marco laboral, esto debido al desarrollo sociopolítico que favorece la transformación y revolución interior de los individuos en la búsqueda de sentido a la vida, configurándose una formalidad en la toma de decisiones entre el proyecto personal de los trabajadores y el organizacional. Una arista de la emergente sinergia la constituye capacidad reflexiva de los individuos para sustentar decisiones que favorezcan y aseguren la dignidad humana.

La identidad de las empresas se refleja a través de una serie de principios los cuales perfilan la cultura que les caracteriza; surge una respuesta ética de sus miembros al converger con ella y desplegar una conducta anclada en valores, creencias y normas. De este modo el cimiento de la ética laboral se encuentra en la dinámica organizacional, en sus valores primordiales y estratégicos que incluyen el cuidado de la calidad humana y clima organizacional.

Ahora bien, es preciso revisar los elementos que demarcan el contenido y dirección de la ética laboral. En el primero reposa la dimensión de Libertad, Responsabilidad y Justicia; las cuales al ser fusionadas promueven el surgimiento de la capacidad de discernimiento que distingue a las decisiones como vía para asegurar el bien común; así se da paso al segundo elemento que corresponde a la dirección de la ética laboral caracterizada por el Conocimiento y las Intenciones Humanas.

En efecto, la ética laboral como dimensión estratégica de la empresa, es más que un conjunto de normas y códigos de conducta. Es un conjunto de fuerzas en un entorno plural que permite iniciar y mantener una relación responsable y respetuosa con y entre los sujetos empresariales. Significa entonces que el sentido ético laboral reside en la conciencia de las personas y al ser diseminada en cascada hacia toda la organización, se propicia el equilibrio entre los deberes y derechos de todas las personas que conforman la organización.

Equilibrar intereses de los actores de la empresa permite que todas las fuerzas converjan desde, con y para los ciudadanos pues en esa dinámica muchos de sus roles coinciden y vinculan en tanto les ocupan las mismas preocupaciones humanas, principios y valores para hacer posible una convivencia libre y responsable como bases para el progreso organizacional; por ende social.

Se puede concluir de este modo, que las interrelaciones de los sujetos empresariales desde la perspectiva de la ética laboral, se despliegan a través de una dimensión de justicia que permite equilibrar las decisiones y consecuentes actuaciones de los individuos para ellos mismos y el resto del talento humano que conforma la organización, inclusive permear a la sociedad para un armónico desarrollo desde la intención y el conocimiento.

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El análisis crítico de lo subyacente en los discursos políticos en general, refleja un debilitamiento de los principios éticos, una fragmentación y reducción de las capacidades inherentes al ser humano en tanto es Individuo-Especie-Sociedad. Se advierte entonces un desmembramiento de la relación en dicha tríada como sistema, posibilitando el nacimiento de un nuevo escenario para que se instaure el discurso sobre valores “morales” que no tienen un fundamento ético. Este vacío o sed de ética es la fuente que está alimentando la crisis global en la que están sumidas las sociedades actuales, la crisis que llama a la reforma del fondo de la política discursiva en las instancias de poder. El extravío ético o ilusión ética referida por Morín (2006), es esa ética que parece haberse perdido como el norte de la actuación ciudadana para trabajar en el lado opuesto a ella. “… Así la ética de la fraternidad tiene sus principios bien seguros, pero puede extraviarse y trabajar en su contrario; como ya he dicho, numerosos comunistas fervientes creyeron actuar para la emancipación del género humano trabajando de hecho para su sojuzgamiento”. (Pág. 59)


Queremos con ello significar que la ética discursiva se desdibuja en sus principios y fundamentos, beneficiando el surgimiento de situaciones críticas caracterizadas por un deterioro moral en los actores sociales. Es así como la práctica discursiva como elemento de legitimación de los procesos sociales de una institución o de un país, nace a la luz de las formas políticas de una nación; ya que desde dicha práctica se impregna de significados lo que se expresa para lo que se quiere sea asumido por una comunidad de intereses, de modo que sea repetido u obedecido. No obstante estas prácticas, el ser humano necesita le sea justificada la razón de una determinada práctica, norma o concepto.


De acuerdo con los razonamientos que se han venido realizando, la Evaluación Institucional de las Universidades Venezolanas, es un ejemplo de discurso político que pone al relieve lo que Foucault (1977) citado por Rodríguez M.*, denomina la nueva tecnología del poder; ya que a través de la práctica discursiva sobre dicho tema, se introducen elementos de control los cuales refieren un nuevo código que plasma una verdad en apariencia. La auto evaluación institucional es una retórica que devela una práctica de poder que coloca generalmente en oposición, al Estado y a la Universidad, ya que cada uno de esos factores procura su propio poder interno, con la intención de mostrar, bajo la aplicación de ciertos indicadores (referentes de comparación) sobre los cuales basar el diagnóstico, una realidad que “legitime” ante los actores sociales y políticos de su contexto, sus modos de gestión.


En efecto, la legitimación sobre la efectiva transformación o mejoramiento de fondo de la institución evaluada, recae finalmente, en los ciudadanos a quienes va dirigida dicha transformación o mejora, no en quién establece tal política. Se podrían aceptar o no de acuerdo a categorías valorativas individuales y de las pautas que sean consideradas desde las relaciones sociales que les caractericen. Ahora bien, al articular el discurso sobre la evaluación institucional con la forma política de poder existente en el actual contexto venezolano, se advierte un rasgo persuasivo con un interés unilateral, ligado en el caso que nos ocupa, a una razón político – ideológica, traduciéndose la práctica de la doble moral en una representación perversa recurrente, el discurso oculto del currículo.“… con fines exclusivos de legitimación del Estado” (Garrido, 1992. Pág.63), como vía para controlar el funcionamiento de las instituciones, a través de una dolorosa manipulación, de las necesidades soberanas de los pueblos. Para Savater (1992) los ciudadanos con su voluntad dan legitimidad al Estado. Este es un comportamiento ético en tanto se respeta y valora las opiniones de ambos actores -Estado/Individuo- y las consecuentes acciones, en beneficio colectivo de los ciudadanos.


Significa entonces que las acciones coordinadas entre individuo y Estado se encuentran sumergidas en una realidad aparente. La denominada “descentralización” en la práctica no resulta ser de ese modo, pues se observan grandes rasgos de incoherencia entre la retórica discursiva de las figuras de poder y la aplicación de las prácticas reformistas. Para Ruiz, (2008) existe una brecha entre la dinámica del poder y las intenciones de dominación de los individuos; esto es un signo aún de nuestros tiempos puesto que con dicho afán de dominación, encubierto en el discurso que como tal solo ha favorecido aún más la exclusión sobre la inclusión, ha derivado en la deslegitimación del Estado por parte del colectivo social.


La crisis de la legitimidad de un Estado, según Garrido, J. (1996), está asociada a la razón ética con la cual los ciudadanos perciben la realidad como un reflejo justo y moral de las decisiones de poder por parte del gobierno, suponiendo una coherencia y transparencia en la intención y el fondo del mensaje, como de las promesas o expectativas populistas generadas. El discurso actual sobre legitimación de las políticas educativas venezolanas no solo ha mantenido la misma representación ya descrita por Garrido (ob.cit.) sino que se ha profundizado. El discurso se percibe como una forma engañosa de introducir políticas centralistas del manejo del poder en todos sus ámbitos, pasando a ser un relación unilateral en donde el Estado es el que legitima al individuo dependiendo de la postura que este actor social adopte para con quien mantiene el poder y el control.


Comparativamente con la Evaluación Institucional, la Descentralización Educativa, es otro ejemplo de retórica discursiva que busca la legitimación del poder. El análisis conduce a diversos escenarios interpretativos de acuerdo a la perspectiva con la que sea abordado. El que acá se intenta es el abordaje ético. Por tal circunstancia y en concordancia a lo que relaciona la descentralización con la legitimación, surge el valor de la lealtad como representación ética de los hombres para con sus semejantes y sus instituciones. El sentido de las interrelaciones humanas para con su medio, lo marca su responsabilidad ética. Ella –la responsabilidad ética-, se traduce en acciones que permiten construir nuevos escenarios con un orden social asumido y compartido. Como consecuencia, Individuo y Estado se legitiman recíprocamente.


Dentro de este orden de ideas, la retórica discursiva que subyace tras las crisis, es la de un gran vacío ético, es una enorme sed de ética; la tan aludida sed de ética a la que hace referencia Kliksberg (2004). Las prácticas perversas del manejo del poder político, económico y social, las prácticas corruptas disfrazadas tras una retórica que engaña o pretende engañar. El otorgamiento de aparentes beneficios o bondades sociales. El discurso político que subyace detrás de la denominada reforma universitaria es la vía para penetrar en los novedosos procesos de transformación de la universidad por si misma. La universidad se reinventa cada día desde su autonomía, su pluralidad y su condición de ser “para y por la formación de ciudadanos libres”. El Estado por su parte, con sus mecanismos coercitivos por un control centralista de los procesos, genera un discurso que enmascara estos fines, el cual va incorporando una dependencia política y económica en el sector educativo. Es esta misma dependencia opresora, la que habla por si misma por medio de un discurso que encarna la crisis presente en el actual contexto país; crisis que encierra en ella la ya referida sed de ética y la necesidad más sentida de los individuos en recobrar el dibujo de fondo de los valores morales, en la ética genuina que legitima los derechos humanos.




Referencias Bibliográficas

Textos

Garrido, P., J. (1996). Descentralización Educativa, un estudio comparado. Ediciones de la Universidad Ezequiel Zamora. Barinas, Venezuela.

Kliksberg, B. (2004). Más ética más desarrollo. Temas Grupo Editorial SRL. Buenos Aires, Argentina.

Morín, E. (2006). El Método 6. Ética. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.)

Madrid, España.

Ruiz S., A. (2008). El diálogo que somos. Ética discursiva y educación. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá, D.C. Colombia.

Savater, F. (1992). Política para Amador. Editorial Ariel, S.A. Córcega-Barcelona, España.

Electrónicas

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El siglo XXI trae consigo lastres del pasado y cuestionamientos sobre lo que hoy es irreversible, ya ocurrió. Es así como la historia habla de una vida llena de éxitos y fracasos de los cuales aprender, y el conocimiento impulsa esa búsqueda de aprendizaje. La visión de mundo cambia, se mueve entre contradicciones que emergen desde las diferentes posturas paradigmáticas de los hombres de ciencia, así como del resto de ciudadanos que por humanos, sienten, padecen, interpretan, tejen conjeturas y aproximan realidades.

Debido a la dinámica de cambio, se devela una voluntad ligada a la reflexión que abre una puerta para reencontrar aquello que se pensó olvidado, y reproducir comportamientos que permitieron alcanzar en su momento, objetivos social y moralmente aceptados por una comunidad, los cuales favorecieron su desarrollo. De igual modo hurgar en el pasado con una voluntad reflexiva, propicia la toma de decisiones con impacto en el futuro, hacia lo nuevo y desconocido. Se pueden unir los fragmentos de una memoria social perdida en el conformismo y miedo para conformar una nueva conciencia ciudadana caracterizada por valores de independencia, comunicatividad y de una rebeldía creadora.

Ahora bien, una sociedad humana supone poseer una conciencia ética que no es ajena o antagónica a la individual. El todo es una noción que no deslinda las partes, ni éstas del todo; son incluyentes, vinculantes y relacionantes, tanto en la teoría como en el proceso reflexivo que conduce a tal interpretación, es una noción de sistema. No obstante; más allá del acto hermenéutico están los medios y fines para la materialización de los objetivos estratégicos con el cimiento de una actitud ética.

Ahora bien, la moral de una sociedad descansa en las costumbres y normas de comportamientos éticos aceptados por la ciudadanía, pero la complejidad advierte una aceptación pasiva, cómoda y oportunista por parte de sectores -a veces mayoritarios- de normas jurídicas desvirtuadas por ejemplo, las cuales conllevan riesgos en detrimento de los sujetos sociales y sus instituciones por un manejo perverso de la conciencia ética por medio de una retórica discursiva engañosa.

Como consecuencia de los comportamientos y normas mencionados con anterioridad, emerge la noción de “Ecología de la Acción” para ilustrar lo correspondiente a las acciones éticas. Al respecto Morín (2006) señala que la ética afronta incertidumbres, es desafiante y hace frente a lo desconocido. De igual modo expresa que las acciones que se presumen éticas, pueden correr de igual modo el riesgo de fracasar en sus fines y su sentido verse desvirtuado por acciones que escapan a la voluntad de los sujetos cuando son afectadas y atrapadas por el medio que les rodea. Es así como se hace necesario el uso de técnicas de simulación que pudiesen facilitar el anticipar, mitigar, potenciar o superar consecuencias de las acciones a largo plazo.

Por ello, la ecología de la acción abre un camino para el afrontamiento con la incertidumbre y a la contradicción del tema ético, pues una acción limpia puede desencadenar hechos perversos y al contrario, una acción considerada perversa podría eventualmente originar resultados felices. El tejido complejo acerca a una interpretación sobre la clase de conciencia de los individuos con poder de decisión, si está consustanciada y alineada con intereses limitados a una persona o grupo reducido de personas, y si por el contrario el impacto de las decisiones es considerado en beneficio de un colectivo.

Ahora bien, considerar el contexto es vital para comprender e interpretar los hechos desde diferentes escenarios con visión holística y prospectiva. El contexto histórico – social, es un medio complejo y aún cuando a corto plazo se pudiesen controlar, aminorar o potenciar acciones para que una realidad emerja de un determinado modo, existe un límite en el que la dinámica social se torna impredecible. A fin de reforzar el planteamiento anterior y con relación a Venezuela, Caballero (en prensa) plantea que desde el año 1928 se generó un sentimiento ciudadano en el país que clamaba por una solución a los problemas que agobiaban a la nación en aquellos tiempos, y con una visión a futuro y la audacia como fuente dinamizadora, el pueblo se confrontó a una dilemática decisión; “… El problema no es ahora o nunca, sino lo que viene después de ahora”. (p.D2). El anticipar las consecuencias éticas que se originan en esos límites difusos de lo que no se conoce conlleva en el riesgo una dosis de precaución, es la emergencia.

Es por ello que el fin humanista, de respeto de los Derechos Humanos, de inclusión e igualdad que esgrime como política el gobierno venezolano como el Socialismo del Siglo XXI, se ha desvirtuado en su esencia, medios e intenciones. Se devela en una retórica discursiva falseada y engañosa; que ha vulnerado conciencias oportunistas y cómodas. Tales medios han generado caos y éste por una parte, ha favorecido la reflexión y comprensión de los hechos que potencian el surgimiento de una voluntad para afrontar ese límite en el que se encuentra sumida la sociedad venezolana. Por otra, develar creativas estrategias y tácticas que encaminen a futuros plausibles con una metaconciencia de nación y mundo.

Como se ha podido observar, los seres humanos se mueven entre contrastes; entre la razón y emoción, el bien y el mal con sus niveles de aberración. No obstante, el hecho de ser humanos implica moverse en estas ambivalencias y caos. Es un tejido complejo que impulsa a los opuestos a una constante relación entre sí. La existencia del mal supone la ausencia del bien y viceversa; es el reconocimiento de realidades múltiples.

Para ilustrar, es oportuno considerar la interpretación que hace Morín (2006) acerca del dispositivo dialógico que poseen los humanos el cual les impulsa al bien o al mal. Tal interpretación es aplicable en analogía a la moral pues una apunta a los medios y otra a los fines como si éstos no se relacionaran. En este sentido el autor expresa “… Fines igualitarios y emancipadores del comunismo se convertían en una máscara ideológica engañosa”. (p.49). Todo esto ejemplifica cómo los medios conducen a los fines, así como los fines se pueden avizorar a través de los medios y su impacto en detrimento o beneficio de la sociedad. De allí lo complejo del tejido entre uno y otro, así como inciertos los resultados que se pudieran generar.

Todo este análisis lleva a comprender que la emergencia es una característica de la incertidumbre. Lo incierto o inesperado genera un cambio en el juicio o identificación que los individuos hagan sobre un hecho. El contexto condiciona irremediablemente el curso que en ocasiones se tenía planteado seguir. Hasta la conciencia ciudadana es vulnerada y sucumbe sumisa ante el poder de otros y es allí donde se gesta el individuo mediocre. Ahora bien, ¿Cómo reconocer y promover un cambio en los individuos con este tipo de comportamiento que lleva a cometer hechos atroces? Son muchos los factores que surgen de modo emergente y las acciones aunque revestidas de buena intención y voluntad, podrían en su curso ser revertidas.

Cabe considerar entonces que el dilema ético emerge cuando se afrontan deberes que son opuestos entre sí. La decisión que se derive de ese dilema puede ser arbitraria y de consecuencias dañinas irreversibles y con secuelas en el futuro. Es por ello que se hace necesario desarrollar una cultura de mitigación de efectos nocivos para el progreso social y que ayuden a la reconstrucción del sentido o conciencia ética algo desgastada, como vía para el planteamiento de escenarios que develen los tiempos por venir.

Significa entonces que es menester insertar un matiz ético en la metodología prospectiva, para interpretar, comprender y accionar conforme un contexto que se confronta a lo adverso, tentador y riesgoso. Sería necesario hurgar en las fronteras que separan la ética individual de la colectiva, desde ese límite reflexionar para reconocer coincidencias y brechas que las pudiesen hacer tan ajenas y distantes, para desde esa brecha establecer los diálogos necesarios que conduzcan al progreso social.

Así, la historia da cuenta de los grandes logros y desaciertos que en relación a las políticas sociales que los gobiernos como estrategia, han implementado con o sin el consenso de los ciudadanos. Es un reto con alto sentido ético encaminar acciones para un futuro mejor que el tiempo presente, considerar los errores y aciertos del pasado que se vinculan con el presente y podrían incidir o condicionar los escenarios venideros; bien para suavizar efectos nocivos o potenciar el desarrollo humano de esa red compleja llamada mundo.

A manera de colofón y para insertar temas emergentes, cabe considerar el tópico sobre desarrollo humano como una deuda social en muchos países, sobre todo en Latinoamérica donde pareciera no considerarse que todas las naciones serán afectadas por la crisis del cambio climático y el efecto invernadero, por ejemplo y que su impacto será menor cuanto más se encaminen estrategias sensatas para minimizar la pobreza, aumentar las fuentes de acceso al conocimiento y disminuir la mortalidad infantil y materna. Resulta difícil por no decir casi imposible, que los ciudadanos y sectores de los países con tales minusvalías, puedan afrontar las consecuencias del calentamiento global con las mismas herramientas y ventajas de sociedades desarrolladas.

Trabajar sobre estos objetivos es ético, es promover el progreso de las naciones desde las intenciones y voluntades humanas de los líderes de los gobiernos, que más allá de sus intereses políticos y electorales, estarían comprometidos con los acuerdos del milenio que atienden a lo social, económico y ambiental como un tejido que busca armonizarse.

Por ello, ponderar la ética como estrategia vital en los estudios prospectivos, favorece al ser humano en su calidad de vida y consecuente desarrollo. Es un relacionar complejo pues comprende la tríada individuo-especie-sociedad, no obstante; se resalta la necesaria autonomía de cada uno por una parte y por otra la comunicación que une y favorece la dinámica social. La tríada es un entramado que refleja lo que sería integración humanitaria entre las naciones. Integración de perspectivas de los líderes mundiales hacia la comprensión de los problemas que afectan a todos por igual, a corto o largo plazo. A tal efecto Kliksberg (2004), resalta la necesidad de movilizar la capacidad productiva de los países en desarrollo [América Latina, para ser precisos] por medio de estructuras económicas que permitan su democratización y fortalecimiento de la capacidad humana para aumentar la productividad y progreso social de esos países.

De igual modo el autor expresa que al estar el futuro impregnado por la incertidumbre, se requieren esfuerzos orientados por un cimiento ético. Al respecto señala que se tiende a separar la ética de la agenda económica como si fuesen dos mundos antagónicos y menciona lo siguiente:

…Este tipo de concepción que margina los valores morales parece haber sido una de las causas centrales del “vacío ético” en que se han precipitado diversas sociedades latinoamericanas. (p.20)


En tal sentido, la perspectiva ética con que se asuma los medios, estrategias y fines en los métodos prospectivos, permitirán la protección real de los intereses de los ciudadanos en una nación, y facilitarán de un modo transparente el replantear la agenda sobre desarrollo humano.

Lista de referencias

Caballero, M. (2009, Octubre 05). El Impulso, p. 2D. “Debemos dar la pelea en nuestro terreno”.

Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008, La lucha contra el cambio climático: Solidaridad frente a un mundo dividido. PNUD. Consultado el 30-09-09.

Kliksberg, B. (2004). Más ética más desarrollo. Argentina: Temas Grupo Editorial SRL.

Morín, E. (2006). El Método 6. Ética. Madrid: Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.)
Morín, E. (2007). Complejidad restringida y Complejidad generalizada o las complejidades de la Complejidad. Conferencia inaugural en el III Seminario Bienal Internacional-Complejidad, 9 al 12 de enero de 2006. Notas y Debates. Utopía y Praxis Latinoamericana / Año 12. Nº 38 (Julio-Septiembre 2007) Pp. 107-119. Revista Internacional de Filosofía Iberoamericana y Teoría Social. Venezuela: Universidad del Zulia, CESA-FACES.

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Uno de los tantos tristes detalles que nos advierte sobre cambios en la cotidianidad de vida de los venezolanos hoy día, los notamos en los vidrios traseros de los vehículos. Antes era usual, aunque a muchos nos pareciera cursi, leer mensajes de felicidad y amor dedicados a nuestros seres queridos por sus cumpleaños, graduación, boda; hasta los más irónicos como "gracias por lavarme".

Estos mensajes han dado paso al grito desesperado de una Venezuela secuestrada, familias desmembradas y vidas deshechas. Lo cotidiano ahora es leer "Liberen a .....", niños, jóvenes, adultos y ancianos expuestos, engrosan la lista diaria en la cual subyace un discurso sobre una desgastada ética, una acomodaticia moral, una ciudadana irrespetada y una justicia arrinconada.

Esa cotidianidad debemos cambiarla, reinventarla sobre la base de una postura ética firme sustentada en la justicia, el respeto a los derechos humanos, la común unión, la voluntad e inteligencia.

Feliz Pascua de Resurrección a todas y todos con el adecuado sentido que ésto tiene para nuestro mejor desempeño ciudadano.

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