Toda organización, bien sea social, empresarial, política, religiosa o familiar, se dinamiza en su relación con el otro y los otros, a causa de un tercer principio. Hay predominios en la actuación humana los cuales vinculan a los ciudadanos, y a éstos con los diferentes procesos de su contexto. Quizás se pueda especular sobre el tercer integrante en alguna de las estructuras mencionadas al inicio, observarlo y sentirlo como agente o variable intrusa para el logro de nuestros objetivos. No obstante; desde el desprendimiento de algunos principios morales que arropan a nuestras culturas, podremos acercar la mirada a la comprensión de tal variable como integrante dinamizador de las relaciones humanas. A partir de una crisis por ejemplo, se puede reflexionar y propiciar las transformaciones adecuadas para mejorar en común unión.
En tal sentido, se podría intentar cambiar una relación solo bidireccional, rutinaria, conflictiva e improductiva, para trascender a espacios y dimensiones que nos integren con los demás y el contexto. Se comienza a construir un nuevo escenario en donde los dominios de la ética, cultura, ontología, racionalidad, las formas de gestión, la economía, educación, y el sentimiento pleno de la existencia; conducen a fuentes inagotables de crecimiento y desarrollo personal, social, profesional y organizacional. Es así como en la sociedad, las comunidades emergen como enlace entre los ciudadanos que la conforman; surgiendo ese tercer elemento integrador “Solidaridad y Vocería”. En la empresa, afloran la “Voluntad y la Cooperación” como estandarte de reputación y sostenibilidad. En la política transformamos la sociedad de la rutina, obediencia o anarquía, dando paso a la práctica de la “Razón para la invención” con el manejo de la complejidad en el ámbito humano.
En esta secuencia de tríadas dinamizadoras nos topamos con la religiosidad, la cual se moviliza por medio del carisma de la “Generosidad” que se entrega como servicio hacia nuestros semejantes y a quienes más necesitados están del calor humano y ayuda material. Finalmente la familia, que se dinamiza en su relación por la llegada de los “Hijos”, de una “Mascota” y por la presencia permanente de “Dios” en cada momento que inspira la vida en relación de otredad, de uno con el otro y los demás en ese hogar. Todas las visiones plasmadas en líneas precedentes, se acoplan a una interacción de los humanos con la realidad que les circunda. En ella se construyen los significados más que descubrirse, de modo que se va perfilando una nueva convención en los procesos sociales y organizacionales.
El emergente en construcción y reconstrucción permanente, es el valor de la “Conciliación” como una competencia asociada a la Responsabilidad. Este valor trasciende para convertirse en principio rector dentro del contexto de la complejidad que abriga a las organizaciones empresariales del siglo 21; pues vigoriza los vínculos efectivos entre el ser humano, su actividad personal y familiar hasta entrelazarse armónicamente con su proceso social y el ejercicio empresarial. La complejidad subyace en lo sistémico de los componentes asociados al individuo, por lo que cada dimensión en el ser humano nace de su relación con el otro y los otros. Tales relaciones entre el orden y el caos, la certidumbre y la incertidumbre, permiten al ciudadano autoorganizarse y tomar energía del medio en el cual se desarrolle para una auto-eco-organización que integre todos los procesos humanos.
Ahora bien, comprendiendo al hombre como ser social que transita entre su propia realidad, la de los demás y el medio, así como los dilemas que surjan de esas relaciones; nos ubicamos en una perspectiva amplia que propicia la integración del binomio individuo - empresa, esto como consecuencia del surgimiento del tercer componente que dinamiza tal relación, la “Responsabilidad como Conciliación”.
Conciliar la dinámica familiar y laboral, pasa por el tamiz del respeto y la responsabilidad compartidos por todos los grupos de interés. Hurgar en las necesidades y objetivos de los citados grupos, así como de la organización empresarial, es vital para lograr un equilibrio en la fusión de las instancias humana y estructural. Un paradigma mejorado surge en las sociedades de avanzada de cara a un Humanismo más representativo en su esencia, con mayor relevancia que su retórica discursiva. Se evidencia a un individuo que quiere desarrollarse como persona, lo que incluye varias dimensiones de esa humanidad: la espiritualidad, el profesionalismo y la familiaridad como ser responsable también de un hogar.
Es así como comprendemos a las personas en todo su entramado emocional, social, intelectual, político y ético; un individuo que se sumerge cada día en un espacio y un tiempo con la intención y voluntad de aportar sus capacidades, intereses y competencias para impulsar el desarrollo armónico del medio en que se desempeñe y con el que se relaciona. Urge la reflexión sobre el tema y la incorporación de una adecuada sensibilización e información en cascada en toda la empresa, desde los altos estrategas hasta fluir al contexto interno y externo inclusive. La dosis de la responsabilidad nuevamente engalana la gestión y fusión de intereses entre estos grupos humanos, que no distan mucho en sus más preciadas querencias…. Por ello es propicia la Conciliación como principio y competencia dinamizadora de la relación Individuo-Organización Empresarial.
Los argumentos planteados para esta columna, toman inspiración en torno al Pensamiento Complejo desarrollado por Edgar Morín, así como los razonamientos desplegados por Fernando Legrand (rseonline) y María José Calvimontes (Donare) en sus escritos y ponencias.
Comprender a la RSE desde el mundo de las ideas y el pensamiento precede necesariamente, a la aplicación efectiva de dicha práctica humana. Estimarla, dimensionarla, contextualizarla, respetarla y desplegarla, es lo que realmente cuenta en el marco de una realidad apremiante. En este sentido, circunscribir la RSE a una definición que la distinga, constriñe su sentido y alcance, pues como práctica humana, puede acoplarse a distintas miradas, diferentes perspectivas para comprenderla y ejercerla; no obstante, los puntos de vista convergen en un lugar común: el interés, el cuidado y el respeto por las personas, el entorno social y el ambiente, todas éstas dimensiones soportadas en comportamientos éticos, traducidos en valores.
Ahora bien, los desafíos y oportunidades que caracterizan a las sociedades y organizaciones empresariales del siglo 21, legitiman la necesidad de revisar las expectativas y exigencias materiales y espirituales de los sujetos sociales dentro de ellas. Las actuaciones aisladas y espasmódicas ya no encaminan la acción directiva de los empresarios, quienes apuestan por nuevas formas de desarrollo e integración asociadas a la RS. La complementariedad entre acciones justas y éticas con la eficiencia de la productividad, surge como un renovado modo de mirar la realidad desde una dimensión humana y social; sin embargo, el turbulento orden social mundial, focalizando esta reflexión en Latinoamérica, coloca a los individuos como personas y como empresarios, en situaciones límite que interfieren en el desarrollo armónico de las actividades empresariales en relación con el contexto, dejando a un lado, en ocasiones, el desempeño organizacional como ciudadano responsable.
Una perspectiva estratégica integradora caracteriza los modelos de ciudadanía, la cual orienta su actuación desde un enfoque de “valor” que vincula su quehacer con la sociedad y con las políticas de estado, al asociar las iniciativas sociales a los criterios de gestión e inversión corporativos. Dicha capacidad de gestión, permite apalancar oportunidades para la innovación e inversiones sostenibles en el tiempo, aún en los ambientes turbulentos descritos anteriormente, asegurando para los stakeholders, el logro efectivo de los objetivos de la organización vinculados a la realidad social que les circunda.
La procura de una mejor convivencia entre empresa y sociedad, requiere clarificar el rol genuino del Estado por una parte, y la actuación como ciudadano moral de la organización empresarial por otra. Conocer y atender el entorno social y el ambiente es tarea de ambos; sin embargo, las políticas de desarrollo y progreso de algunos países han venido desviando su cauce, y los empresarios sensibles y atentos a las necesidades locales, promueven los mecanismos en bienes o servicios que las personas requieren ante la ausencia de respuesta efectiva del sector gubernamental.
Ante esa realidad, el dilema de ser ciudadano corporativo ejemplar, creando valor económico y social tanto para la empresa como para el contexto social, surge como necesidad de traducir las intenciones en hechos contundentes, pues la heredad de las costumbres y la cotidianidad del entorno país, tejen trampas que se convierten en lo denominado por Kliksberg 1 como variables intrusas, las cuales influyen en el contexto siendo necesario desarrollar tanto la capacidad de adaptación al cambio como la de innovar. Estas variables, desenfocan la intención y voluntad de la empresa como actor moral responsable, para convertirlo en benefactor y ejecutor de actividades que no le son propias, mermando inclusive su capacidad de productividad y el acceso a bienes y servicios.
Al comprender que las organizaciones empresariales prosperan gracias a la sociedad, con ella, por ella y para ella, se devela para éstas, el papel fundamental de ciudadano moral responsable, quien responde a su entorno interno (el talento humano de la empresa) y rinde cuentas al contexto externo (la sociedad). En la brecha entre lo interno y externo, emerge la oportunidad de propiciar nuevas vías de gestión empresarial ciudadana desde la denominada “Triada de Valor”, inspirada en los planteamientos esgrimidos por Guédez 2. El valor que se produce, el que se añade y el que se enrraiza. Visto así, las organizaciones empresariales que asumen acciones de RS desde la tríada de valor, aún en una dinámica de país adversa, fortalecen la transparencia de su gestión lo que redunda en su reputación y posicionamiento; favorecen una relación ética dialógica y una integración responsable de todos los actores sociales como agentes morales, encargados de movilizar los cambios necesarios en el acontecer social y empresarial, con sana repercusión en el ambiente.
Tenemos entonces que la RSE va más allá del cumplimiento de una norma o una política de estado. Se encamina hacia una comprensión, toma de conciencia y acción en consecuencia. Toda esta dinámica enmarcada en valores y principios éticos y morales compartidos. La responsabilidad sobre la estabilidad, sostenibilidad y rentabilidad de una organización empresarial radica en la práctica constante de acciones humanas equilibradas, razonadas, consensuadas y prudentes, que garanticen una armonización entre la declaración de la misión y visión organizacional (declaración corporativa) y el acoplamiento con los más altos y dignos intereses de los humanos quienes hacen posible que esa empresa exista.
A manera de colofón, la tríada se integra desde cada arista de valor para moldear la gestión de RS, propiciando la apertura e incremento de la rentabilidad financiera (producir o incrementar valor), el mejoramiento de los procesos en la empresa (añadir valor) y afianzando los principios, creencias y comportamientos éticos del capital humano que las integra (agregar valor). La convivencia de la tríada, asegura la sostenibilidad y competitividad de la empresa desde dentro de si hacia su gente; del mismo modo hacia el entorno social para armonizarse con la sustentabilidad del ambiente. La tríada posee un engranaje que relaciona una arista con la otra, ese engranaje es la Responsabilidad Social Empresarial como ciudadano ético y moral.
Referencias:
1. Klikgsber Bernardo, (2004): Más ética más desarrollo. Temas Grupo Editorial SRL. Buenos Aires, Argentina.
2. Guédez Victor, (2008): Ser Confiable. Responsabilidad social y reputación empresarial. Editorial Planeta, Venezuela.
Introducción
Estos breves planteamientos tienen por objeto argumentar sobre una realidad a través del prisma del interpretativismo soportado en el modelo humanista, y desde esta postura propiciar la comprensión del ser humano y sus relaciones con los demás y el contexto, siendo este relacionar el nutriente fundamental vinculado al desarrollo social y organizacional de los países del mundo.
En este escenario, encontraremos a los ciudadanos como actores-constructores de una dinámica social en la que se engranan y logran determinar el devenir empresarial; sin embargo esto es un ciclo que se nutre mutuamente pues la realidad social y empresarial también les determina como sujetos sociales.
Dado este vínculo recursivo y dinámico, se advierte un nexo indisoluble, que ejerce presión sobre los pueblos, sus ciudadanos, empresarios y gobiernos, para entre todos ocuparse por el cuidado, mantenimiento y progreso de dichas relaciones , lo cual les va a distinguir como países y les permite responder eficazmente a los fenómenos de la globalización, la apertura económica, la competitividad, el avance y conectividad de las redes tecnológicas y sociales entre otros. Emerge el valor de la Responsabilidad, no por inexistencia previa, todo lo contrario; sino porque quizás quedó olvidado, relegado o desvirtuado en su esencia, y fue reducido a la consideración de un valor asociado a la rentabilidad financiera por encima del cuidado y respeto por los DDHH de todos los grupos de interés o stakeholders, donde también se incluye el contexto social y el medio ambiente; o asumido ligeramente sin considerar las consecuencias de las acciones sobre los demás ciudadanos y sectores.
Ahora bien, las organizaciones empresariales se legitiman de acuerdo a un sistema de valores dentro de una sociedad; de igual modo, las sociedades se fortalecen como prolongación de las empresas dada su relevancia en el progreso de las comunidades y naciones. Se tiene entonces que la relación recursiva es permanente y por ese fin los ciudadanos promovemos nuestras mejores acciones.
Rasgos culturales de integración
Existen una serie de rasgos que caracterizan la cultura de las sociedades y las organizaciones empresariales contemporáneas en su dinámica relacional, estos rasgos apuntan al fortalecimiento de actitudes en los ciudadanos por una parte, y a la conformación de nuevas conductas por otra, debilitando el criterio de los sistemas independientes o fragmentados para potenciar la integración e interdependencia, aunque mantengan las características que le son propias a cada uno. Por ello, la gerencia y la sociedad contemporáneas de avanzada se distinguen por promover y practicar valores como la esperanza, el optimismo, la creatividad e innovación, el coraje para asumir retos y superar adversidades, el desarrollo, promoción y divulgación del conocimiento, el trabajo en equipo, la información oportuna, la comunicación adecuada y el acompañamiento personal, la cercanía a la gente, por nombrar los más elocuentes. Estos valores conforman la forma en cómo los sujetos sociales conciben la estructura de la organización, la forma de ejecutar los procesos, de actuar y relacionarse con los grupos de interés.
Los valores integran a los individuos con ellos mismos, la sociedad y la empresa cuando les proporcionan un direccionamiento concertado desde la diversidad, lo que les permite establecer normas, manuales y políticas de actuación social y organizacional para un desarrollo armonioso y constante y visionario. Se favorece la convivencia de los ciudadanos por medio de la motivación interior de éstos, la comprensión de sus necesidades para un rehacer del ser humano por medio de una actuación coherente con los fundamentos éticos que se promulgan. En la coherencia de la actuación, los valores pueden ser promovidos otorgando motivación interior a los individuos y alineándolos con los organizacionales se otorga sentido de identidad personal e institucional.
La realidad social, empresarial e ideológica avasallante
El escenario descrito luce alentador y esperanzador, pero, ...se acerca a la realidad de nuestro acontecer social y empresarial actual? Seguramente encontraremos algún NO rotundo como respuesta argumentada, lo cual tiene sentido. La retórica discursiva de esperanza y promesa requiere ser llevada a la práctica en acciones creibles y contundentes. No se debe obviar que las ideologías influyen y determinan ciertas respuestas en el contexto. Volvemos al punto de la relación recursiva y dinámica pues las organizaciones actúan de algún modo inspiradas y motivadas por las necesidades de la sociedad y guiadas además por su ideología y sistema de valores. No obstante; las organizaciones también son intervinientes en el proceso social y son generadoras de cambios o modificaciones que a su vez impactan en la sociedad. Siendo así, se encuentra el valor de la participación desde el accionar comunicativo, lo que favorece la dinámica intersubjetiva para la comprensión mutua de las situaciones que acontecen en las dimensiones social y organizacional, fomentando el dilema como vía para hurgar en las necesidades humanas y desarrollar una interacción enfocada, no distorsionada, en donde se robustezca la acción comunicativa recíproca que permita minimizar las relaciones de dependencia sumisa o cómoda, las cuales podrían negar la existencia del otro. El contexto actual requiere apoyarse en la interdependencia relacional para el logro de los objetivos éticos que se propongan.
Es así como se comprende el camino que vincula a la organización empresarial y la sociedad, determinándose los valores e ideologías que les son conducentes. Ambos contextos se influyen y promueven conductas y procesos apropiados para su desarrollo. Se conforma entonces la cultura que identifica las dimensiones social y empresarial señalando una ruta de comportamiento a seguir por los individuos que conforman dichas dimensiones, implica la forma en cómo se comunican y actúan.
Sobre dicha cultura surge la necesidad de la integración ciudadana para vigorizar el valor de la Responsabilidad que emerge como práctica social contemporánea y se expresa a través de:
o El compromiso y voluntad por parte de todos los actores sociales y organizacionales, en acometer prácticas éticas tanto en los procesos organizacionales como con la comunidad. (Alianzas ganar ganar y compromiso desde la alta gerencia).
o El respeto y cuidado por los DDHH individuales y colectivos. (estímulo personal y familiar, capacitación, adiestramiento y desarrollo).
o La generación de beneficios para todos los grupos de interés, la sociedad y el ambiente (desarrollo y aplicación de políticas de sustentabilidad, aplicación de la guía RSE, la SGE-E21 y la ISO-26000).
o El involucramiento con el progreso y desarrollo de la organización y la sociedad.
o La construcción de ambientes comunicativos y colaborativos desde las redes sociales, para propiciar la participación de los sujetos sociales y organizacionales en la dinámica que les involucra e integra, así como favorecer el flujo informativo sobre la RS, a nivel local, nacional y mundial. Esto fomenta el desarrollo de aprendizajes, ampliación de conocimientos e involucramiento en los estándares que se manejan en las diferentes instancias.
La Responsabilidad Social (RS) como eje transversal de la gestión empresarial
El panorama social y organizacional actual requiere un repensar y ajustes asociados a prácticas éticas; sin embargo, del mundo de las ideas al hecho práctico hay un duro trayecto que recorrer, realidades que afrontar, decisiones que tomar, y orientaciones que dejar fluir para un accionar acorde a los tiempos, al contexto socio- económico y político que caracteriza a los países. Las sociedades y las empresas se expresan no solo a través de su discurso sino de su actuación, la necesidad de retomar el rumbo perdido o desvirtuado e inducir comportamientos éticos que beneficien a las comunidades o grupos de interés, y que a su vez nos integre a las tendencias globales para el acoplamiento y aportes correspondientes. La dinámica cotidiana requiere de una relación individuo-sociedad-organizaciones coherente, es un ciclo recursivo dinámico que apunta hacia un enriquecimiento equitativo de los beneficios que derivan de la actividad que ejerza cada integrante de dicha relación.
El valor de la Responsabilidad implica comprender la esencia humana que le subyace, por tanto, la autoevaluación personal y empresarial se debe enfocar en criterios de justicia, solidaridad, compromiso y rendición de cuentas, para derivar en respuestas éticas compatibles con la Responsabilidad, así poder atender al contexto interno y externo y observar desde la libertad y el respeto al ser humano, para revertir tanto en la sociedad, como en la organización empresarial y los grupos de interés, acciones a favor de los individuos, de contexto social y el ambiente.
Afortunadamente la percepción actual de las naciones con relación a la RSE toma un nuevo giro, lo que era concebido como una labor altruista o de beneficencia crece en su esencia y el abanico se abre hacia prácticas éticas más allá de lo que podría ser interpretado como acciones caritativas, limitadas a grupos minoritarios del contexto externo o cumplir con algún rigor legal no ligado a la voluntad y el compromiso. La integración de los ciudadanos, organismos gubernamentales, ONG´s, organizaciones empresariales de gestión privada; en suma, todos estos actores sociales se están integrando con el propósito de aportar desde sus espacios y capacidades, una gestión que genere el mayor beneficio humano, social y empresarial posible, lo que comienza a repercutir de modo favorable en los contextos organizacionales y sociales de nuestros países.
Los líderes políticos mundiales conciben ahora en sus agendas de gobierno, la inserción de la Responsabilidad Social como parte de sus políticas de Estado, no solo con la intención legislativa que les es propia, sino en acoplamiento a los 8 objetivos pautados para este milenio, en un gran “acuerdo mundial” motorizado por la ONU; originando una nueva mirada que les hace ocuparse por las verdaderas necesidades y padecimientos de sus ciudadanos, por consiguientes de sus países; también de la sustentabilidad del medio con el cuidado y atención por los procesos que pudiesen afectar la garantía de un ambiente limpio y sano donde habitar y progresar.
A manera de colofón, las ideas y reflexiones precedentes tienen su foco en el valor de la responsabilidad sustentada en los fundamentos de la integración humana, social y organizacional, y de la justicia, el respeto, cuidado y salvaguarda por los DDHH de todos los ciudadanos en cada contexto en que despleguemos nuestras mejores acciones. El sentido de identidad individual y compartido, se hace compatible con acciones éticas que conducen a escenarios que propician la práctica del valor y fundamentos precedentes. Es un acto reflexivo, de comprensión, volitivo y de compromiso que entrelaza e integra a los actores o sujetos sociales y empresariales hacia ideales comunes.; siendo así, es posible influir en las comunidades sociales y empresariales sobre la importancia de acciones éticamente responsables, al considerar la práctica de la RS como un eje transversal que irriga y dinamiza la gestión empresarial en todos sus ámbitos.
Las consideraciones desarrolladas, toman inspiración en los planteamientos esgrimidos por autores como Jürgen Habermas, María Paz Sandín, Víctor Guédez, Bernardo Kliksberg, Eduardo Soto, José Antonio Cárdenas y Fernando Legrand (Coordinador Académico de de la red CapacitaRSE y autor del blog RSE Online)
Para comprender el desafío que representan las decisiones dentro de las organizaciones del siglo XXI, es preciso iniciar con algunas reflexiones que vinculan al hombre con su quehacer y la sociedad.
Una era caracterizada por la dialéctica y la globalización abre caminos hacia nuevos paradigmas, modelos gerenciales y estilos de pensamiento por medio de una nueva lógica empresarial, la cual se soporta en un prisma social que distingue a las organizaciones de los nuevos tiempos.
Estilos gerenciales y tipos de cultura organizacional se expresan a través de elementos como el poder, roles, tareas y personas; no obstante, un nuevo rumbo centra su atención en el capital humano que integra la organización, al reconocer que desde sus acciones y decisiones, se genera valor y soluciones para la organización y el entorno externo.
Desde esta perspectiva, el interés fundamental de las organizaciones como instituciones que funcionan por la común unión de personas, es lograr metas y objetivos que le caracterizan como empresa, generar beneficios compartidos para la organización, contribuir al desarrollo, y fomentar la calidad de vida del talento humano de la empresa, de la comunidad y el país.
De este modo emerge la dimensión sociopolítica de la toma de decisiones en las organizaciones, la cual pasa por el tamiz de la voluntad individual y compartida, de leyes, normas y estructuras a veces lejanas y muy distintas. En dicha dimensión subyace el sentido de unidad.
Sin embargo este hecho representa una contradicción con relación a lo distante e inflexible que se presentan en ocasiones, estructuras, relaciones y comunicación en una organización, el estatus jerárquico y de poder.
En este sentido se comprende que las decisiones en las organizaciones representan acoplamiento a un código corporativo que muestra relaciones de jerarquía y poder, manejo de información y hasta formas de ser reconocido.
La voluntad asociada a la obediencia se sumerge en el mar de la contradicción humana; aflora el conflicto como vía para clarificar, desde la razón, el dilema de cómo se reconoce y se asume la autoridad propia y ajena, para qué, por qué y al servicio de quién.
En consecuencia, es en el conflicto donde se ubica el aspecto político de la organización, en el manejo del conflicto de intereses y decisiones en torno al acatamiento de lineamientos; así como la asunción de razones para ser ingeniosos y procurar novedosas formas de hacer las cosas con una conciencia social que permita medir consecuencias y beneficios colectivos.
Sin duda, las organizaciones con alto manejo sociopolítico en la toma de decisiones propician que el talento humano que en ella actúa, lo haga desde la diversidad de sus perspectivas e iniciativas responsables. Es una razón para la unión, cooperación desde lo heterogéneo y para la transformación, pues más que preocuparse se ocupan por compartir y respetar en lo que se discrepa.
La política organizacional habla de la vida dentro de la empresa, la forma de hacer las cosas, de canalizar y mediar situaciones. La forma de dirigir y comunicarse los miembros de una organización, así como la distribución de jerarquías, se justifican desde la educación y la fuerza del conocimiento como argumentos ganados a través de la experiencia y el estudio, y no como un instrumento de sumisión, obediencia y represión.
En suma, hay información que relaciona y hasta distancia a las personas dentro de la organización; por tanto hay decisiones que tomar, así como órdenes, sugerencias, deberes y compromisos que asumir. Entre las decisiones y compromisos está el resolver cómo cada cual se sirve de la sociedad y en particular de la empresa, y cómo se retorna al contexto el beneficio de lo que se recibe. Es la actitud de servicio que va más allá del poder y las jerarquías. Es por ello que desde la dimensión sociopolítica, la jerarquía se comprende no como autoridad sino como responsabilidad compartida de procesos, estrategias y objetivos al revalorizar y fortalecer el compromiso que se orientan a la visión de empresa, más que al líder.
Las organizaciones empresariales del presente siglo, confrontan dilemas éticos en su actuación o marco laboral, esto debido al desarrollo sociopolítico que favorece la transformación y revolución interior de los individuos en la búsqueda de sentido a la vida, configurándose una formalidad en la toma de decisiones entre el proyecto personal de los trabajadores y el organizacional. Una arista de la emergente sinergia la constituye capacidad reflexiva de los individuos para sustentar decisiones que favorezcan y aseguren la dignidad humana.
La identidad de las empresas se refleja a través de una serie de principios los cuales perfilan la cultura que les caracteriza; surge una respuesta ética de sus miembros al converger con ella y desplegar una conducta anclada en valores, creencias y normas. De este modo el cimiento de la ética laboral se encuentra en la dinámica organizacional, en sus valores primordiales y estratégicos que incluyen el cuidado de la calidad humana y clima organizacional.
Ahora bien, es preciso revisar los elementos que demarcan el contenido y dirección de la ética laboral. En el primero reposa la dimensión de Libertad, Responsabilidad y Justicia; las cuales al ser fusionadas promueven el surgimiento de la capacidad de discernimiento que distingue a las decisiones como vía para asegurar el bien común; así se da paso al segundo elemento que corresponde a la dirección de la ética laboral caracterizada por el Conocimiento y las Intenciones Humanas.
En efecto, la ética laboral como dimensión estratégica de la empresa, es más que un conjunto de normas y códigos de conducta. Es un conjunto de fuerzas en un entorno plural que permite iniciar y mantener una relación responsable y respetuosa con y entre los sujetos empresariales. Significa entonces que el sentido ético laboral reside en la conciencia de las personas y al ser diseminada en cascada hacia toda la organización, se propicia el equilibrio entre los deberes y derechos de todas las personas que conforman la organización.
Equilibrar intereses de los actores de la empresa permite que todas las fuerzas converjan desde, con y para los ciudadanos pues en esa dinámica muchos de sus roles coinciden y vinculan en tanto les ocupan las mismas preocupaciones humanas, principios y valores para hacer posible una convivencia libre y responsable como bases para el progreso organizacional; por ende social.
Se puede concluir de este modo, que las interrelaciones de los sujetos empresariales desde la perspectiva de la ética laboral, se despliegan a través de una dimensión de justicia que permite equilibrar las decisiones y consecuentes actuaciones de los individuos para ellos mismos y el resto del talento humano que conforma la organización, inclusive permear a la sociedad para un armónico desarrollo desde la intención y el conocimiento.
Queremos con ello significar que la ética discursiva se desdibuja en sus principios y fundamentos, beneficiando el surgimiento de situaciones críticas caracterizadas por un deterioro moral en los actores sociales. Es así como la práctica discursiva como elemento de legitimación de los procesos sociales de una institución o de un país, nace a la luz de las formas políticas de una nación; ya que desde dicha práctica se impregna de significados lo que se expresa para lo que se quiere sea asumido por una comunidad de intereses, de modo que sea repetido u obedecido. No obstante estas prácticas, el ser humano necesita le sea justificada la razón de una determinada práctica, norma o concepto.
De acuerdo con los razonamientos que se han venido realizando,
En efecto, la legitimación sobre la efectiva transformación o mejoramiento de fondo de la institución evaluada, recae finalmente, en los ciudadanos a quienes va dirigida dicha transformación o mejora, no en quién establece tal política. Se podrían aceptar o no de acuerdo a categorías valorativas individuales y de las pautas que sean consideradas desde las relaciones sociales que les caractericen. Ahora bien, al articular el discurso sobre la evaluación institucional con la forma política de poder existente en el actual contexto venezolano, se advierte un rasgo persuasivo con un interés unilateral, ligado en el caso que nos ocupa, a una razón político – ideológica, traduciéndose la práctica de la doble moral en una representación perversa recurrente, el discurso oculto del currículo.“… con fines exclusivos de legitimación del Estado” (Garrido, 1992. Pág.63), como vía para controlar el funcionamiento de las instituciones, a través de una dolorosa manipulación, de las necesidades soberanas de los pueblos. Para Savater (1992) los ciudadanos con su voluntad dan legitimidad al Estado. Este es un comportamiento ético en tanto se respeta y valora las opiniones de ambos actores -Estado/Individuo- y las consecuentes acciones, en beneficio colectivo de los ciudadanos.
Significa entonces que las acciones coordinadas entre individuo y Estado se encuentran sumergidas en una realidad aparente. La denominada “descentralización” en la práctica no resulta ser de ese modo, pues se observan grandes rasgos de incoherencia entre la retórica discursiva de las figuras de poder y la aplicación de las prácticas reformistas. Para Ruiz, (2008) existe una brecha entre la dinámica del poder y las intenciones de dominación de los individuos; esto es un signo aún de nuestros tiempos puesto que con dicho afán de dominación, encubierto en el discurso que como tal solo ha favorecido aún más la exclusión sobre la inclusión, ha derivado en la deslegitimación del Estado por parte del colectivo social.
La crisis de la legitimidad de un Estado, según Garrido, J. (1996), está asociada a la razón ética con la cual los ciudadanos perciben la realidad como un reflejo justo y moral de las decisiones de poder por parte del gobierno, suponiendo una coherencia y transparencia en la intención y el fondo del mensaje, como de las promesas o expectativas populistas generadas. El discurso actual sobre legitimación de las políticas educativas venezolanas no solo ha mantenido la misma representación ya descrita por Garrido (ob.cit.) sino que se ha profundizado. El discurso se percibe como una forma engañosa de introducir políticas centralistas del manejo del poder en todos sus ámbitos, pasando a ser un relación unilateral en donde el Estado es el que legitima al individuo dependiendo de la postura que este actor social adopte para con quien mantiene el poder y el control.
Comparativamente con
Dentro de este orden de ideas, la retórica discursiva que subyace tras las crisis, es la de un gran vacío ético, es una enorme sed de ética; la tan aludida sed de ética a la que hace referencia Kliksberg (2004). Las prácticas perversas del manejo del poder político, económico y social, las prácticas corruptas disfrazadas tras una retórica que engaña o pretende engañar. El otorgamiento de aparentes beneficios o bondades sociales. El discurso político que subyace detrás de la denominada reforma universitaria es la vía para penetrar en los novedosos procesos de transformación de la universidad por si misma. La universidad se reinventa cada día desde su autonomía, su pluralidad y su condición de ser “para y por la formación de ciudadanos libres”. El Estado por su parte, con sus mecanismos coercitivos por un control centralista de los procesos, genera un discurso que enmascara estos fines, el cual va incorporando una dependencia política y económica en el sector educativo. Es esta misma dependencia opresora, la que habla por si misma por medio de un discurso que encarna la crisis presente en el actual contexto país; crisis que encierra en ella la ya referida sed de ética y la necesidad más sentida de los individuos en recobrar el dibujo de fondo de los valores morales, en la ética genuina que legitima los derechos humanos.
Referencias Bibliográficas
Textos
Garrido, P., J. (1996). Descentralización Educativa, un estudio comparado. Ediciones de
Kliksberg, B. (2004). Más ética más desarrollo. Temas Grupo Editorial SRL. Buenos Aires, Argentina.
Morín, E. (2006). El Método 6. Ética. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.)
Madrid, España.
Ruiz S., A. (2008). El diálogo que somos. Ética discursiva y educación. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá, D.C. Colombia.
Savater, F. (1992). Política para Amador. Editorial Ariel, S.A. Córcega-Barcelona, España.
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