Toda organización, bien sea social, empresarial, política, religiosa o familiar, se dinamiza en su relación con el otro y los otros, a causa de un tercer principio. Hay predominios en la actuación humana los cuales vinculan a los ciudadanos, y a éstos con los diferentes procesos de su contexto. Quizás se pueda especular sobre el tercer integrante en alguna de las estructuras mencionadas al inicio, observarlo y sentirlo como agente o variable intrusa para el logro de nuestros objetivos. No obstante; desde el desprendimiento de algunos principios morales que arropan a nuestras culturas, podremos acercar la mirada a la comprensión de tal variable como integrante dinamizador de las relaciones humanas. A partir de una crisis por ejemplo, se puede reflexionar y propiciar las transformaciones adecuadas para mejorar en común unión.

En tal sentido, se podría intentar cambiar una relación solo bidireccional, rutinaria, conflictiva e improductiva, para trascender a espacios y dimensiones que nos integren con los demás y el contexto. Se comienza a construir un nuevo escenario en donde los dominios de la ética, cultura, ontología, racionalidad, las formas de gestión, la economía, educación, y el sentimiento pleno de la existencia; conducen a fuentes inagotables de crecimiento y desarrollo personal, social, profesional y organizacional. Es así como en la sociedad, las comunidades emergen como enlace entre los ciudadanos que la conforman; surgiendo ese tercer elemento integrador “Solidaridad y Vocería”. En la empresa, afloran la “Voluntad y la Cooperación” como estandarte de reputación y sostenibilidad. En la política transformamos la sociedad de la rutina, obediencia o anarquía, dando paso a la práctica de la “Razón para la invención” con el manejo de la complejidad en el ámbito humano.

En esta secuencia de tríadas dinamizadoras nos topamos con la religiosidad, la cual se moviliza por medio del carisma de la “Generosidad” que se entrega como servicio hacia nuestros semejantes y a quienes más necesitados están del calor humano y ayuda material. Finalmente la familia, que se dinamiza en su relación por la llegada de los “Hijos”, de una “Mascota” y por la presencia permanente de “Dios” en cada momento que inspira la vida en relación de otredad, de uno con el otro y los demás en ese hogar. Todas las visiones plasmadas en líneas precedentes, se acoplan a una interacción de los humanos con la realidad que les circunda. En ella se construyen los significados más que descubrirse, de modo que se va perfilando una nueva convención en los procesos sociales y organizacionales.

El emergente en construcción y reconstrucción permanente, es el valor de la “Conciliación” como una competencia asociada a la Responsabilidad. Este valor trasciende para convertirse en principio rector dentro del contexto de la complejidad que abriga a las organizaciones empresariales del siglo 21; pues vigoriza los vínculos efectivos entre el ser humano, su actividad personal y familiar hasta entrelazarse armónicamente con su proceso social y el ejercicio empresarial. La complejidad subyace en lo sistémico de los componentes asociados al individuo, por lo que cada dimensión en el ser humano nace de su relación con el otro y los otros. Tales relaciones entre el orden y el caos, la certidumbre y la incertidumbre, permiten al ciudadano autoorganizarse y tomar energía del medio en el cual se desarrolle para una auto-eco-organización que integre todos los procesos humanos.

Ahora bien, comprendiendo al hombre como ser social que transita entre su propia realidad, la de los demás y el medio, así como los dilemas que surjan de esas relaciones; nos ubicamos en una perspectiva amplia que propicia la integración del binomio individuo - empresa, esto como consecuencia del surgimiento del tercer componente que dinamiza tal relación, la “Responsabilidad como Conciliación”.

Conciliar la dinámica familiar y laboral, pasa por el tamiz del respeto y la responsabilidad compartidos por todos los grupos de interés. Hurgar en las necesidades y objetivos de los citados grupos, así como de la organización empresarial, es vital para lograr un equilibrio en la fusión de las instancias humana y estructural. Un paradigma mejorado surge en las sociedades de avanzada de cara a un Humanismo más representativo en su esencia, con mayor relevancia que su retórica discursiva. Se evidencia a un individuo que quiere desarrollarse como persona, lo que incluye varias dimensiones de esa humanidad: la espiritualidad, el profesionalismo y la familiaridad como ser responsable también de un hogar.

Es así como comprendemos a las personas en todo su entramado emocional, social, intelectual, político y ético; un individuo que se sumerge cada día en un espacio y un tiempo con la intención y voluntad de aportar sus capacidades, intereses y competencias para impulsar el desarrollo armónico del medio en que se desempeñe y con el que se relaciona. Urge la reflexión sobre el tema y la incorporación de una adecuada sensibilización e información en cascada en toda la empresa, desde los altos estrategas hasta fluir al contexto interno y externo inclusive. La dosis de la responsabilidad nuevamente engalana la gestión y fusión de intereses entre estos grupos humanos, que no distan mucho en sus más preciadas querencias…. Por ello es propicia la Conciliación como principio y competencia dinamizadora de la relación Individuo-Organización Empresarial.





Los argumentos planteados para esta columna, toman inspiración en torno al Pensamiento Complejo desarrollado por Edgar Morín, así como los razonamientos desplegados por Fernando Legrand (rseonline) y María José Calvimontes (Donare) en sus escritos y ponencias.





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