Para comprender el desafío que representan las decisiones dentro de las organizaciones del siglo XXI, es preciso iniciar con algunas reflexiones que vinculan al hombre con su quehacer y la sociedad.

Una era caracterizada por la dialéctica y la globalización abre caminos hacia nuevos paradigmas, modelos gerenciales y estilos de pensamiento por medio de una nueva lógica empresarial, la cual se soporta en un prisma social que distingue a las organizaciones de los nuevos tiempos.

Estilos gerenciales y tipos de cultura organizacional se expresan a través de elementos como el poder, roles, tareas y personas; no obstante, un nuevo rumbo centra su atención en el capital humano que integra la organización, al reconocer que desde sus acciones y decisiones, se genera valor y soluciones para la organización y el entorno externo.

Desde esta perspectiva, el interés fundamental de las organizaciones como instituciones que funcionan por la común unión de personas, es lograr metas y objetivos que le caracterizan como empresa, generar beneficios compartidos para la organización, contribuir al desarrollo, y fomentar la calidad de vida del talento humano de la empresa, de la comunidad y el país.

De este modo emerge la dimensión sociopolítica de la toma de decisiones en las organizaciones, la cual pasa por el tamiz de la voluntad individual y compartida, de leyes, normas y estructuras a veces lejanas y muy distintas. En dicha dimensión subyace el sentido de unidad.

Sin embargo este hecho representa una contradicción con relación a lo distante e inflexible que se presentan en ocasiones, estructuras, relaciones y comunicación en una organización, el estatus jerárquico y de poder.
En este sentido se comprende que las decisiones en las organizaciones representan acoplamiento a un código corporativo que muestra relaciones de jerarquía y poder, manejo de información y hasta formas de ser reconocido.

La voluntad asociada a la obediencia se sumerge en el mar de la contradicción humana; aflora el conflicto como vía para clarificar, desde la razón, el dilema de cómo se reconoce y se asume la autoridad propia y ajena, para qué, por qué y al servicio de quién.

En consecuencia, es en el conflicto donde se ubica el aspecto político de la organización, en el manejo del conflicto de intereses y decisiones en torno al acatamiento de lineamientos; así como la asunción de razones para ser ingeniosos y procurar novedosas formas de hacer las cosas con una conciencia social que permita medir consecuencias y beneficios colectivos.

Sin duda, las organizaciones con alto manejo sociopolítico en la toma de decisiones propician que el talento humano que en ella actúa, lo haga desde la diversidad de sus perspectivas e iniciativas responsables. Es una razón para la unión, cooperación desde lo heterogéneo y para la transformación, pues más que preocuparse se ocupan por compartir y respetar en lo que se discrepa.

La política organizacional habla de la vida dentro de la empresa, la forma de hacer las cosas, de canalizar y mediar situaciones. La forma de dirigir y comunicarse los miembros de una organización, así como la distribución de jerarquías, se justifican desde la educación y la fuerza del conocimiento como argumentos ganados a través de la experiencia y el estudio, y no como un instrumento de sumisión, obediencia y represión.

En suma, hay información que relaciona y hasta distancia a las personas dentro de la organización; por tanto hay decisiones que tomar, así como órdenes, sugerencias, deberes y compromisos que asumir. Entre las decisiones y compromisos está el resolver cómo cada cual se sirve de la sociedad y en particular de la empresa, y cómo se retorna al contexto el beneficio de lo que se recibe. Es la actitud de servicio que va más allá del poder y las jerarquías. Es por ello que desde la dimensión sociopolítica, la jerarquía se comprende no como autoridad sino como responsabilidad compartida de procesos, estrategias y objetivos al revalorizar y fortalecer el compromiso que se orientan a la visión de empresa, más que al líder.

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